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octubre 2019
El abismo cíclico y tres poemas inquietantes
Posiblemente aquel libro fuera comprado en una librería antigua, y seguramente no empezaría a leerlo hasta que llegara a su casa, con la chimenea encendida y sentado en su sillón favorito. Lo abriría por la mitad, casi al azar, y su lectura le embriagaría tanto que se sintió mareado. Quiso dejar de leerlo, cerrarlo, tirarlo: pero le fue imposible; a cada palabra que leía se hundía cada vez más y más en aquel sillón, y sus ojos no podían apartarse de la página abierta. Leía y releía una y otra vez los mismos párrafos en una retahíla de palabras que no comprendía. De repente, sintió que unos ojos le observaban desde una esquina de la estancia: unos ojos amarillentos, grandes, solitarios. Sin duda era un monstruo que venía para devorarlo. [...]